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Star Wars: Rogue One modifica diseño

Star Wars: Rogue One modifica diseño de los AT-AT de 1980
Star Wars: Rogue One modifica diseño de los AT-AT de 1980
La evolución de uno de los iconos de Star Wars.

 

El teaser de Rogue One es una declaración de intenciones. Todo eso de los jedis y los héroes está muy bien, pero la historia de Star Wars es la de un conflicto bélico. La Segunda Guerra Mundial, para ser exactos. Lucas levantó su imperio asimilando las tropas de Hitler a hombres sin rostro, clónicos (esto literalmente), salidos de un póster de propaganda en el que el soldado es un ideal reluciente, la máscara anónima de un régimen, no un hombre. Stormtroopers a bordo de máquinas geométricas y cortantes, destructores estelares que atraviesan el espacio como una cuña, esferas perfectas capaces de destruir planetas de un golpe de mano.

Si el final de Star Wars era una versión hiperkinética y luminosa de la Batalla de Inglaterra, la paliza que se llevaron los rebeldes en los hielos de Hoth podría ser cualquier ofensiva de la campaña europea. Las fuerzas imperiales son el espectro que recorría Europa a ritmo de blitzkrieg. El panzer, el tanque alemán que destrozó la coraza francesa como si fuese mantequilla, tuvo una contrapartida terrorífica y fascinante en El Imperio Contraataca: el AT-AT.Siglas de sobriedad militar, de Transporte Acorazado Todoterreno (Armored Transport-All Terrain), un austero nombre que escondía una bestia mitológica.

Con dos cañones láser pesados, dos bláster de apoyo, el AT-AT es una visión terrorífica, un leviatán terrestre capaz de escupir muerte roja, mientras desde sus entrañas da a luz hasta a 40 soldados de asalto. Es un tanque, es una barcaza de desembarco, es un dinosaurio mecánico diseñado para infundir el miedo.

 

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Pero han pasado más de 35 años desde que los niños de una generación aprendiesen la máxima estética de que “Un acorazado con patas escupiendo láser es más bello que la Victoria de Samotracia”. Entonces era fácil fascinarnos: los AT-AT eran brillantes maquetas, animadas a mano, creadas a una escala diminuta sobre escenarios pintados. Cuando los efectos especiales estaban más cercanos al truco de manos que al ordenador.

Sin embargo, el espectador de 2016 necesita más, considerando que puede enfrentarse a esas criaturas en el videojuego «Battlefront», con un nivel de detalle y una escala colosal. Los gráficos de videojuego en alta definición han aniquilado la épica de la maqueta. Como ahora un jugador puede acercarse a un AT-AT y admirarlo -incluso ser pisoteado por uno-, y en breve podrá hacerlo en realidad virtual, el teaser de Rogue One tenía que revelar un paso más. ¿Cómo? Basta con pervertir el diseño del Caminante, y dotarlo de oscuridad y realismo bélico inmediato.

Porque el videojuego y todos los derivados del Universo Expandido -aquel cosmos comercial de tebeos, novelas y juegos para añadir más ficción a Star Wars– eran continuistas, no se atrevían a superar a Lucas, sino a reciclar una y otra vez lo mismo. En Battlefront revivimos Hoth una y otra vez, nuestros cinco años con la tecnología actual. Y en el Episodio VII, Abrams proponía revivir una y otra vez Star Wars con la narrativa actual.

Por eso nos seduce tanto la propuesta de Gareth Edwards, y aquella decisión de Disney de extinguir el Universo Expandido y arrancar desde cero. Esta “precuela” se mueve en otra dimensión. Oscura, amenazante, bélica, despojada de esos budistas con palos de colores. Una historia atractiva -reciclada, eso sí, del mejor videojuego clásico del Universo Expandido: X-Wing, donde robábamos los planos de la Estrella de la Muerte- que demuestra el potencial real de Star Wars: uno que se aparte en la medida de los posible de la familia Skywalker.

 

Por Vicky Trujillo con información de Revista GQ

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